“12 Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más
cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el
espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las
intenciones del corazón.” Hebreos 4
Hemos escuchado muchísimas veces esta preciosa descripción de la
Palabra de Dios, sin embargo, los invito a leer juntos el contexto en el que
fue escrito.
Si bien es cierto desconocemos quién fue el autor de la carta a
los Hebreos, a través de este maravilloso libro podemos saber mucho acerca de
sus destinatarios. Ellos, eran judíos de nacimiento convertidos al
cristianismo. Sin embargo, debido a los peligros de la persecución y la fuerte
atracción a sus antiguos pecados, se encontraban deslizándose peligrosamente en
una pendiente llamada incredulidad.
El Espíritu Santo utiliza al autor para recordarles en el capítulo
3 lo vivido por sus antepasados en Egipto y dejarles una tremenda advertencia. Leamos
los versículos 7 al 11:
«Cuando oigan hoy su voz, 8no
endurezcan el corazón como lo hicieron los israelitas cuando se rebelaron,
aquel día que me pusieron a prueba en el desierto. 9 Allí sus
antepasados me tentaron y pusieron a prueba mi paciencia a pesar de haber visto
mis milagros durante cuarenta años.”
Como
diría un famoso meme: Acompáñenme a ver esta triste historia:
La décima generación de un pueblo se encuentra en esclavitud,
hacía unos años sus padres de milagro sobrevivieron al exterminio siendo bebés
por la mano del Faraón. Si había un pueblo que no debía de tener esperanza
alguna de sobrevivir se llamaba Israel, debilitado, empobrecido y esclavizado.
Habían pasado casi 500 años de que Dios prometiera a Abraham bendecir su
descendencia en gran manera y darle una jugosa tierra por heredad, pero
conforme pasaban los años su esperanza se desvanecía en medio de la paja, el
barro y los latigazos.
Dios levanta un libertador inseguro de sí mismo, a quien utiliza
para mostrar su poder y gloria a Egipto y de esta manera liberar y enriquecer
con mano poderosa a Israel. Son acompañados por la misma gloria de Dios,
testigos presenciales de un mar abierto en dos para que pasaran y de un monte
santo en el que la voz de Dios les confirmó su propósito de cumplir la promesa
hecha a Abraham.
Este pueblo al cabo de unos meses y peripecias llega al mismísimo
límite de la Tierra Prometida. Sin embargo, cuando se enteraron que los pueblos
que la habitaban eran fuertes, se volvieron pesimistas. El pueblo que había
sido testigo de portentosas señales, que no levantó ni un dedo contra los
egipcios por su libertad, ahora teme por su vida, se queja de la provisión de
Dios y desea con todo su corazón regresar a la esclavitud. De esta manera
Israel, se rebeló contra Dios e hizo que llegara al colmo la paciencia que
tanto les había tenido.
Por lo cual Dios le juró a esa generación que no entrarían a la
Tierra que les había prometido, excepto Josué y Caleb, hombres que ni por un momento
dudaron que Dios podía darle el poder y los medios para conquistar a aquellos
poderosos pueblos. Pero meditemos, ¿qué fue lo que tanto enojó a Dios?, ¿Cuál
fue la actitud que provocó tan horrendo juicio?, el versículo 19 lo describe
así: NO PUDIERON ENTRAR EN EL DESCANSO DE DIOS A CAUSA DE SU INCREDULIDAD.
Todos en algún momento hemos sido Israel en los límites de la
Tierra Prometida, hemos sido liberados con mano poderosa de la esclavitud del
pecado, siendo testigos una y otra vez de su cuidado y protección para con
nosotros, cientos de oraciones han sido respondidas y en los momentos más
oscuros de nuestras vidas su luz nos ha sostenido. Sin embargo, allí, cuando la
respuesta a nuestras oraciones pareciera ser un NO, cuando enferman o mueren
los que amamos, cuando las cosas se nos complican, desfallece nuestro corazón y
tendemos tristemente a desconfiar de Dios. Y eso mis hermanos es un pecado
terrible. Es terrible porque atenta contra la santidad de Dios, contra quién es
él, imaginamos a un Dios que tiene humor negro, que juega con nuestras
emociones, un Dios que no es totalmente bueno ni mucho menos sabio. Esta
desconfianza es fatal, nos sumerge en un mar de desesperanza, en un infierno
donde en verdad no existe ni un solo rastro de bondad.
La incredulidad lo único que hará en nosotros es endurecer nuestro
corazón contra Dios. Nos hace olvidar fácilmente todas las obras que Dios ha
hecho por nosotros en el pasado. Si hemos abierto la puerta de la desconfianza
en Dios debemos de cerrarla y arrepentirnos una y otra vez delante del Señor.
Toda una generación fue enterrada en el desierto sin probar la paz que Dios les
daría a quienes confiaran en él.
De esa misma manera muchos de nosotros, aunque disfrutamos de paz
con Dios a través de la muerte de Jesús nos podemos ver privados de la paz de
Dios en medio de nuestras circunstancias, si, esa paz que está por encima de
todo entendimiento, ¿la razón? Nuestra desconfianza en los propósitos que Dios
tiene con nosotros.
Cerrando el tema en Hebreos, el Espíritu Santo termina alentándonos
a entrar en el descanso que Dios da a quienes confían en él. La razón de
nuestra confianza es que todo lo que Dios ha dicho de sí mismo es verdad: ES UN
DIOS BUENO, SABIO, AMOROSO Y PERFECTO EN TODAS SUS DECISIONES. Por la cual
debemos de confiar en lo que Dios ha dicho, Su Palabra produce vida, cumple
fielmente su propósito y como una espada cortante y utilizada con perfección y
misericordia puede operar en lo más profundo de nuestro ser, poniéndole orden a
nuestras emociones, apaciguando nuestros temores y purificando nuestros
pensamientos.
Si hoy mismo estás luchando contra la incredulidad, dudando de la
bondad de Dios y en tu corazón no hay paz, te invito a derramar todo lo que
sientes delante de un Dios ante el cual, no puedes ocultarle nada. Por último,
acá podemos ver a un hombre que no quiso endurecer más su corazón y que se
sentía igual que tu y escribió su oración en el Salmo 42:
Mis lágrimas son mi pan de día y de noche,
mientras me echan en cara a todas horas:
«¿Dónde está tu Dios?»
mientras me echan en cara a todas horas:
«¿Dónde está tu Dios?»
Me siento sumamente angustiado;
por eso, mi Dios, pienso en ti
por eso, mi Dios, pienso en ti
Y le digo a Dios, a mi Roca:
«¿Por qué me has olvidado?
¿Por qué debo andar de luto
y oprimido por el enemigo?»
10 Mortal agonía me penetra hasta los huesos
ante la burla de mis adversarios,
mientras me echan en cara a todas horas:
«¿Dónde está tu Dios?»
«¿Por qué me has olvidado?
¿Por qué debo andar de luto
y oprimido por el enemigo?»
10 Mortal agonía me penetra hasta los huesos
ante la burla de mis adversarios,
mientras me echan en cara a todas horas:
«¿Dónde está tu Dios?»
11 ¿Por qué voy a inquietarme?
¿Por qué me voy a angustiar?
En Dios pondré mi esperanza,
y todavía lo alabaré.
¡Él es mi Salvador y mi Dios!
¿Por qué me voy a angustiar?
En Dios pondré mi esperanza,
y todavía lo alabaré.
¡Él es mi Salvador y mi Dios!